Esa oscuridad que nos acompaña. Ese manto que nos cubre
dando paso a su miedo a la luz a todo lo que traiga suavidad,
alegría o gozo. Entregarnos a la sombra dejando que nos acuchille
que nos raje y abra nuestras venas de alquitrán y sangrar esa negrura
vomitar todo ese acíbar denso de amargura en soledad llorando
oscuras gotas de dolor. Para emerger vacíos de rabia y odio,
para volver secos de resentimiento y delgados de toda la negrura
sintiendo el fresco aire de nuevo, la novedad de sentir de nuevo
nuestro cuerpo ligero sin cargas, la alegría de la luz.
Tano